En el tren
Fernando González Oubiña
No puedo creer, ella está dando a luz, y
todavía no pasamos la frontera. Como un espectador tonto veo como se acuclilla
sostenida del picaporte del baño, rompe bolsa y cae el líquido al piso,
inmediatamente veo que ella toma la cabecita y se lo saca. ¿Es mi hijo? ¿Cómo
pasamos de chatear por Facebook, del Whatsapp a esto?
Todo ese rollo imbécil de la “pareja cósmica”
y las ideas pelotudas de la secta, (el tren casi detenido, debemos estar cerca
de la frontera, hace fío por la altitud) el Avatar le planteó desafíos y afrontar la búsqueda, la chilena no se
decide por meses entre ese chico rubio y su novio, ¿Dónde aparezco yo en esta
historia demente, soy el “Sacerdote astral” acaso? pero la confusión es que el
padre debía ser chileno y yo no lo soy, tampoco puedo materializar entre las
manos estatuitas de plástico… que quilombo, cuanta estupidez y ahora hay una
criatura en medio de esta demencia y nada es como dijo el maldito gurú: “vendrá
entre fenómenos luminosos”, esta todo mal, ya no es gracioso, dejó de ser una
loca aventura.
Otro dato: el padre debía ser mayor que el
rubio, según el Avatar, por eso me vino a buscar; ella no tiene cerebro, o más
bien la secta es todo un éxito.
Corro por el tren buscando a su rubio cósmico y
al novio. Tres vagones más adelante los encuentro sentados con la vista fija al
frente. Están drogados. (¡Tengo que volver a la zona del parto, tengo que
ayudarla, tengo que entender!) Creo que en este poliamor sobra uno, somos tres
potenciales padres, dos de ellos con menos posibilidades, aunque no biológicas,
un recuento rápido: una pareja gay, la chilena un bebé y yo.
Para poder concebir, ese santo ilegítimo le martilló
la cabeza a la chilena con la necesidad de una ceremonia en la cordillera, y no
en "La Morada de la Paz Suprema", ella debe reunir a todos, por eso
me subí al tren, drogado también, obviamente.
Vuelvo rápido al baño, la luz tremenda me
asesina los ojos, paso los vagones, algunos turistas sacan sus valijas de los
compartimentos, me detienen con sus alegrías y risas, deberían caminar en mis
zapatos, malditos fotógrafos compulsivos. Unos cincuenta codazos después llego
al baño, está sentada en el inodoro. Ella solo sonríe y me ofrece la criatura.
Texto seleccionado por
el GRUPO ATLÁNTICO en su Primera Convocatoria de
Escritores, Leído en el Acto de presentación del Grupo que tuvo lugar el
viernes 30 de agosto de este año en el Centro Cultural La Grieta,
Alsina 2143, Ciudad de Buenos Aires.
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