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Mostrando las entradas etiquetadas como Primera Convocatoria de Escritores

Costumbre amorosa de los gigantes

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Daniel Frini Cuando un gigante decide proponerle casamiento a su novia, le ofrece una primorosa caja de madera de incienso rojo, más o menos del tamaño de sus manos y le dice, con voz quebrada: ―¿Te quieres casar conmigo? Ella la toma y exclama: ―¡Ay! ¡Por supuesto, mi vida! ¡Gracias, mi amor! ¡Qué hermosa! Temblorosa y con gran expectativa, la gigante abre la cajita y encuentra, sobre terciopelo azul ―color que, entre esta raza, simboliza fidelidad— un humano atado de pies y manos, su boca amordazada y un terror indecible en su mirada. Alrededor de su cuello, anudado un hilo ―hilo para los gigantes, gruesa cuerda para los humanos— de oro y plata. En una ceremonia muy emotiva, la mujer se inclina sobre la cajita y el gigante ata el cordel en la nuca de su amada, cuidando de que quede adecuadamente flojo. A continuación, ella se levanta de golpe y el hilo se tensa. El humano pendula sobre el pecho sonrojado, se contorsiona, encoje y estira sus piernas varias veces,

Los vampiros torturados con boas de piel

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María Josefa Remersaro Surgieron como una presa entre las estrellas, con sus rostros blancos, su brillo que recordaba a la piedra. Etéreos. Tan puros como la brisa o más mórbidos que el viento. Habían conocido los nombres de la noche, y de ella venían, fríos espectros que vuelven las miradas en nada. Nacidos en el néctar de un amor prohibido a los hombres, ellos conocían los nombres de la noche, su aroma gélido al tacto. Avanzaron por el castillo con un lujo como sólo puede concebirse en los nobles de sangre. De acero. Para el negror y la sombra concebidos. Así los vimos, hiriendo nuestros párpados. Más que todo me inquietaban por su pasiva levitación, casi de fantasmas. Una paloma los invitaba a volar. Pero ellos le sonreían con impertinencia. Infinita concupiscencia. Me acerqué. No sabía qué hacer. Comprendí que intentar tocarlos era un sueño de demente y de ingenuo, estaban en una dimensión maldita, llena de ironía. Me di cuenta: estaban ahorcándose con esa boa de pi

Escenario nocturno

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Carlos Romero Dormíamos. Y de pronto un grito. Un silencio espeso interminable y después... El aullido de sirenas acercándose como lobos en la noche. En la calle el asfalto ya reflejaba la tragedia. Destellos rojos, azules el aire grave. Un estupor circular arremolinado. Un escenario irreal bajo la lluvia. Y en el centro ella como dormida. El cabello de lado la boca entreabierta un zapato ausente y esa rosa… Esa oscura rosa brotando de su pecho. No pude evitar pensar que era muy bella. Texto seleccionado por el  GRUPO ATLÁNTICO  en su  Primera Convocatoria de Escritores , Leído en el Acto de presentación del Grupo que tuvo lugar el viernes 30 de agosto de este año en el Centro Cultural  La Grieta , Alsina 2143, Ciudad de Buenos Aires.

Yaca

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Gabriela Fernández Rosman Deslizo mi cuerpo sobre la geografía de juncos. El agua está calma y sin transparencias. De vez en cuando parpadeo un poco, sólo para soportar el sol estridente. Desconozco si se acerca el mediodía o acaba de cruzarse a la otra costa. Aquí no hay semitonos y el calor nunca se soporta. Algunos seres más pequeños se recuestan sobre la superficie larga de mi nariz. Me muevo poco porque la quietud alivia. Además, soy aficionado a contemplar. No es otra cuestión que idiosincrasia. En el pueblo, lo importante nunca es trascendente. Quizás nuestra adicción a los detalles nos impida mirar más allá de los esteros o puede que nuestro espacio sea más que suficiente. De todos modos y hasta de cualquier manera siempre transcurrimos y se envejece bien. Sólo cuando vienen con sus motores negligentes rugiendo condolencias inútiles, su sola presencia nos envicia el aire. La muerte de las calles de arena no puede detenerse cuando el asfalto avanza y no hay

En el tren

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Fernando González Oubiña   No puedo creer, ella está dando a luz, y todavía no pasamos la frontera. Como un espectador tonto veo como se acuclilla sostenida del picaporte del baño, rompe bolsa y cae el líquido al piso, inmediatamente veo que ella toma la cabecita y se lo saca. ¿Es mi hijo? ¿Cómo pasamos de chatear por Facebook, del Whatsapp a esto?   Todo ese rollo imbécil de la “pareja cósmica” y las ideas pelotudas de la secta, (el tren casi detenido, debemos estar cerca de la frontera, hace fío por la altitud)   el Avatar le planteó desafíos y afrontar la búsqueda, la chilena no se decide por meses entre ese chico rubio y su novio, ¿Dónde aparezco yo en esta historia demente, soy el “Sacerdote astral” acaso? pero la confusión es que el padre debía ser chileno y yo no lo soy, tampoco puedo materializar entre las manos estatuitas de plástico… que quilombo, cuanta estupidez y ahora hay una criatura en medio de esta demencia y nada es como dijo el maldito gurú: “vendrá e

Desamor

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Jorgelina Etze Al mirarse en el espejo, la sorprendió el parecido con su madre. Pero con su madre ahora. Eso no podía estar bien. ¿Por qué se había abandonado de ese modo? Porque creyó que eso era lo que él esperaba: una mujer sencilla y modesta. Y ella se había comportado con modestia y sencillez todo el tiempo desde que lo eligió. ¿Por qué su indiferencia y su silencio, entonces? ¿Por qué tanta soledad? A su lado, todo fue sacrificio. Y ahora, al ver sus canas, se dio cuenta de que le había dado su juventud y que lo único que recibió a cambio fueron privaciones y promesas. ¿Cariño? No, cariño no. Tal vez la idea utópica de que él la escuchaba y el sueño de que la recompensaría. Pero nada de amor. Por él abandonó a su familia y a los amigos. Por él renunció a la maternidad. ¿Ahora qué le quedaba? Podía seguir a su lado, sí. Pero no quería: prefería quedar en la calle a seguir en esa vida a medias que sólo tuvo sentido cuando creía que su amor era correspondido. Per

Más allá de todo

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Agustín Alcorta Tantos planetas visitados, cientos de miles de galaxias que dejé atrás. Soy nada, la nada misma viajando por el vacío eterno del espacio sin explorar. Lucas, mi robot, dejó de funcionar hace décadas. Pensábamos que llegar tomaría menos trabajo. Pero calcular los saltos hiperespaciales en cuadrantes no mapeados toma tiempo, mucho más del que él tenía. La computadora sí resiste, aunque no es buena para interactuar. Solo toma datos, escanea planetas y satélites y estrellas, y después procesa esos datos para sus análisis. Si tan solo me respondiera…, los tiempos muertos serían más pasables. Todos los días me pregunto cuándo voy a llegar, en qué momento podré ver el límite. Y qué habrá más allá. Qué me espera. Ya ni recuerdo cuándo crucé la barrera del universo conocido. Quizá fue hace diez años, acaso más. ¡No lo sé! Siguen apareciendo galaxias y galaxias y más galaxias. Pero cuando llegue… Cuando llegue voy a salir de la nave y voy a tocar el

El Fantasma de la Línea 93

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Amelia Bartozzi     Los que somos de Munro City, y que alguna vez tomamos el colectivo de la línea 93 para ir al centro, conocemos la historia del fantasma que sube a este colectivo. El 93 hace un largo recorrido, sale de Munro, cruza la General Paz, pasa por Saavedra, Coghlan y después por Chacarita; llega a Palermo, sigue por el zoológico, toma Las Heras, el barrio de la Recoleta hasta Retiro y el Microcentro y termina su recorrido en Avellaneda. Al parecer, los pasajeros relatan que apenas sube este “fantasma”, el colectivo desvía su recorrido y todos los pasajeros caen en una especie de sueño o letargo donde pierden la noción del tiempo, como si entraran en otra dimensión.     Muchos aseguran que el fantasma acostumbra subir a media mañana o al atardecer, y que los pasajeros se duermen después de pasar la Avenida Las Heras y se despiertan en Retiro, pero no se enteran que nunca pasaron por Recoleta, ya el colectivo desvió su recorrido.     Otros dicen que se duermen e

El Sr. Boronovsky

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Claudio García Fanlo E l Sr. Boronovsky es sordo. Yo no tengo nada contra los sordos. Lo que pasa es que el Sr. Boronovsky es el vecino de al lado y le gusta escuchar música. Sí, es sordo, pero le gusta escuchar ópera, o al menos pensar que la está escuchando. A mí no me cae mal el Sr. Boronovsky, pero él no sé da cuenta que la música está a todo volumen y a mí me retumba hasta hacer que tiemblen las paredes. Yo intenté muchas veces hablar con el Sr. Boronovsky, pero claro, le golpeo la puerta y no me escucha, cuando me lo cruzo por el pasillo le quiero hablar y no me entiende porque no puede oírme, y se me queda mirando con una sonrisa en el rostro. Cuando viene la hija a visitarlo yo aprovecho para hablar con ella y explicarle. Ella baja la música sin que él se dé cuenta y yo puedo respirar tranquilo por un rato. Pero cuando ella se va todo vuelve a la normalidad, aunque suene al revés. Ella me dice que él no se da cuenta, que pobre, que se pone mal cuando ella