Los vampiros torturados con boas de piel
María Josefa Remersaro
Surgieron como una presa entre las estrellas,
con sus rostros blancos, su brillo que recordaba a la piedra. Etéreos. Tan
puros como la brisa o más mórbidos que el viento.
Habían conocido los nombres de la noche, y de
ella venían, fríos espectros que vuelven las miradas en nada. Nacidos en el
néctar de un amor prohibido a los hombres, ellos conocían los nombres de la
noche, su aroma gélido al tacto.
Avanzaron por el castillo con un lujo como sólo
puede concebirse en los nobles de sangre. De acero. Para el negror y la sombra
concebidos. Así los vimos, hiriendo nuestros párpados. Más que todo me
inquietaban por su pasiva levitación, casi de fantasmas. Una paloma los
invitaba a volar. Pero ellos le sonreían con impertinencia. Infinita
concupiscencia.
Me acerqué. No sabía qué hacer. Comprendí que
intentar tocarlos era un sueño de demente y de ingenuo, estaban en una
dimensión maldita, llena de ironía. Me di cuenta: estaban ahorcándose con esa
boa de piel. En un gesto pronunciado de diva, profanándonos. Compartían una
caricia que era muerte, allí sobre sus cuellos. Esa piel les otorgaba calor,
suavidad, dolor. Los amaba, los mataba.
Sentí horror y retrocedí con mis compañeros.
Dimos gracias porque no se dieron cuenta de que
alcanzamos a escapar.
“Qué mejor que morir de a cuatro”, pensábamos
nosotros. Conservando la Belleza aún en la aurora, en el crimen.
Texto seleccionado por el GRUPO
ATLÁNTICO en su Primera Convocatoria de Escritores, Leído
en el Acto de presentación del Grupo que tuvo lugar el viernes 30 de agosto de
este año en el Centro Cultural La Grieta, Alsina 2143, Ciudad de
Buenos Aires.
Hermoso e inquietante a la vez.
ResponderEliminarmuy bueno felicitaciones com pañero
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